Algunos Momentos Que Me Llevaré de La Ceremonia que Oficio Bob Dylan el Miercoles frente al Guggenheim
El jueves en Red River se nos ha hecho entrega de un regalo hermoso, una preciosa crónica sobre la presencia del miércoles en Bilbao del gran Bob Dylan, vibrante y hermosa crónica que recomiendo fervientemente.
En Rock and Rodri Land, Joserra nos ha preparado una emocionante semblanza del concierto con esa pasión que él sabe poner a sus textos cuando los protagonistas son amados por el dueño de la land, y creo que Bob es el más querido por el querido Joserra, ni que decir tiene que nadie como él puede hacer justicia a Bob ni en el tema pasional ni en el tema puramente didáctico.
Lo que quiero decir es que poco o nada me queda a mi por aportar ante las irresistibles aportaciones de semejantes maestros, quizás en otro terreno podría, pero me temo que siendo Bob el que comanda a las musas que abordan a los ya mencionados masters, es mejor recomendar la lectura de ambas reseñas y servidor dedicarse a aportar los que a su modo de ver… o mejor dicho, de sentir, han sido los mejores momentos del concierto.
Que la emoción manda sobre los sentidos momentos antes de la aparición de semejante deidad es algo comprensible, por lo cual la salida del de Duluth a escena fue emocionante, piel rebelándose contra la emoción, dientes castañeando y no de frío, ni de miedo… de respeto. Ojos que no pueden apartar la vista del escenario persiguiendo la estampa regia del gran trovador del siglo XX, viviendo a toda máquina, sintiendo a más no poder, exprimiendo el tiempo con los cinco sentidos cual los cinco dedos de la mano aferrándose al último escalón que sostiene una vida entre los que a este mundo pertenecen.
Y llega la música, y suena “Leopard-Skin pill-Box Hat”, bastan segundos para estar hipnotizados, enganchados a la magia que se escapa de ese sortilegio que es la música del viejo tahúr, como dice Red River.
Otro momento es “Things Have Changed”, suena como si solo sonara para mi, de hecho solo puedo oír lo que Bob me dice desde el escenario, hasta el viento a dejado de sonar en mis oídos, es uno de los momentos que siempre recordaré, como disfrute este descomunal tema.
El otro día en la crónica anterior al concierto, en la que hablaba de la voz y el canto de His Bobness, decidí que fuese un tema de ese disco grandioso que es “Modern Times” el que sirviese para dar la rúbrica musical a la humilde reseña, “Spirit on The Water” es la forma que tiene Bob de ser un crooner, de convertirse en un elegante y glamuroso caballero del cabaret, pero claro, a su manera genial y profunda, otro momento para la colección.
Siempre que he tenido el honor de ver a Dylan ha sonado esta canción, no me quejo, es un tema que me hace respirar realidad, comprender la verdad desnuda de un momento vital del maestro que nos lo narra desde los temas rojos de “Blood on The Tracks”, la simple y complicada a la vez “Simple Twist of Fate” que desde el primer día adoro, y que me persigue cada vez que Bob y yo coincidimos, corazón agradeciendo el estímulo… Y seguido “Highway 61 Revisited”, cuanto le deben The Beatles a esta maravilla rockera, un torpedo directo al centro de la esencia del rock que rodeaba al genio, y que desde estos versos el daba sentido con su forma de interpretar el arte, grandiosa.
Y para terminar los cuatro temas del final, cuando ya todo está perdido, el tiempo, la coordenada espacio temporal ya no tiene sentido, solo existe el escenario y lo que este escupe, es un dejarse hacer por la música, por las joyas de los sesenta, de aquellos sesenta que cambiaron todo, y que contaron con un joven de Duluth como mesías de esa ceremonia de música y pensamiento que es el rock y que aún continua con Bob Dylan como sumo sacerdote.
“Ballad Of A Thin Man”, “Like A Rolling Stone”, “All Along The Watchtower”, “Blowin’ in The Wind”… creo que no hace falta decir nada, clásicos reinventados en la noche fresca bilbaína por enésima vez, los escuchamos únicos, irrepetibles e irrepetidos, viejos pero inéditos en la forma que Bob les dio con la ría y el Guggenheim de testigos, ellos nos sobrevivirán para contarlo, para contar como Bob Dylan nos embrujó, nos embauco y nos maravillo una vez más…
Hasta la próxima amigo mío, hasta la próxima
¡¡¡"Ballad Of A Thin Man"!!!
ResponderEliminarSólo por escuchar este pedazo de clásico de la mano de Dylan ya merece la pena pagar una entrada y tocar el cielo.
Seguro que fue una gran noche. Tu crónica me recuerda en algún instante lo vivido en el Azkena. ¿Fue más o menos el mismo set-list, no?
Saludos.
Rockland: Tubo ciertas coincidencias si, el miércoles falto "She's like a woman" que cayo en el ARF y aquí no, en cambio aquí toco "A Hard Rains a Gonna Fall", coincidieron varios temas si, "Simple Twist of Fate" o "Like A Rolling Stone", ambos fueron grandes bolos, yo no sabría que decirte, ambos Rockland, dos bolos de un gigante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Felicidades y envidia ... hace ya demasiado que le vi por ultima vez y debo poner remedio a eso. Saludos
ResponderEliminarEric waits: Ya sabes que este no para, cada poco tiempo (relativamente) aparece por aquí, asi que la próxima tendras la oportunidad de quitarte la espinita, el tío sigue en forma.
ResponderEliminarSaludos.
Como muy bien dices, la emoción manda,...., siempre.
ResponderEliminarGracias, Addison!
Red River: Y cuando manda la emoción es cuando mas se vive esto que tanto nos gusta, cuando mas se exprime...
ResponderEliminarNo que vá... gracias a ti.
Un abrazo.