Hace unos días me desperté con una noticia que me golpeó fuerte, realmente fuerte: - Luis Eduardo Aute ingresado de urgencia tras sufrir un infarto -. En pocos segundos, cuando aún el cuerpo intentaba acostumbrarse al estado de despierto, pues apenas eran las seis de la mañana. En unos pocos segundos digo, sentí que en mi interior empezaban a temblar mil y un recuerdos, de los intangibles, de los no asociados a personas ni a momentos, de los que no se corresponden con caras ni con besos. Tampoco con ausencia de éstos ni con proliferación de ellos en noches nebulosas de locura adolescente... Recuerdos íntimamente relacionados conmigo, con 'como soy', 'como siento', 'con que me identifico'. También con 'como desempolvo las palabras que viven clavadas en mis entrañas y las hago libres por las vías de mi laringe o de mis dedos', quedando aliviados al tiempo mis dolores, mis alegrías, mis sueños o mis quimeras.
No va a ser así, primero porque Luis Eduardo se esta recuperando felizmente para él, para sus seres queridos, para sus seguidores y admiradores, para el arte y para mi...Segundo porque parece que poco a poco, y como diría nuestro ammigo, - "ahora que por fín soy algunas cicatrices más mayor" -, y empiezo a saber defenderme del mundo, ese del que como tantas veces he repetido...- "Lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo", como dice Aute -, Pues parece que empiezo a conseguir, al menos, forzar tablas con él.
Sentí que el infarto que aquejaba a Aute amenazaba con oxidar alguno de los escualidos códigos de autoentendimiento que desde adolescente han sacado punta a mi parlamento, a mi escritura, a mis cantos, a mi manera de ser o pretender ser.
No le es ajeno a mis íntimos la devoción que siento por Luis Eduardo Aute, nadie extrañará que sintiese algo en mi ser, sus canciones, sus textos, sus paranoias y sus pérdidas vitales me son reconocibles. Siempre me ha parecido encontrar una similitud evidente y no demasiado gratificante entre las que nos canta Aute en sus canciones y mi propio ser. Su visión del amor, del erotismo, de la belleza, de la mujer, de la derrota, de la miseria, de la noche, del exceso, del extravío, del triunfo, del arte, de la poesía, del mundo, de la persona propia...se adueño de mi en la adolescencia, y observé con incauto temor la otra mañana que nunca me ha abandonado, tanto es así que tras leer la noticia me he dado cuenta de lo que la obra de Aute significa realmente para mi, como ser humano, como perdedor perpetuo y vocacional, como artista, en mi caso frustrado.
En un principio he sentido algo parecido al miedo, como si la falta irremisible de Luis Eduardo pudiese suponer una hecatombe en mi. Una falta de guia a la hora de sentir o hacer saber lo que siento, terapia maldita que me desnuda y hace de un servidor pasto del destino salvaje.
Nunca hubiese escrito muchas de las estrofas que he escrito sin el influjo de Aute, o las hubiese escrito de otra manera. No se si me inspiro en él o él inspira mi conciencia gracias a la evidente similitud de sentires. Lo que sí se es que me acompaña y hace temblar desde que de adolescente un profesor me presto, en un casette TDK 90, el "Entre amigos" que grabase en directo varios años antes, en 1983, y que decidió por mí cual sería la forma de decir lo que me pasa dentro, todo eso que no entiendo pero que tomando prestadas las palabras de Aute conseguía algo así como catalizar y darlo a conocer. Creo, y a lo mejor a Luis le pasa igual, que aún hoy, como me pasa con el mundo, a mi mismo no me entiendo.
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