Algunos días ocurre algo que te hace recular sobre el absurdo abuso de regodearse en los malos humos diarios que abotargan el cerebro y el alma; un acontecimiento que te recuerda que algo seguro que hemos hecho bien, porque en esta vida momentos chulos también ha habido, estúpidamente lo hemos dejado olvidado en algún rincón poco iluminado de la memoria.
Me encontré ayer con una chica a la que quise de manera desproporcionada e irremediablemente sincera, como se ama con diecisiete años, como se ama cuando no se sabe amar, o sea cuando se ama de verdad.
Me alegró mucho verla y en sus ojos de perdida (sí, como la canción de Secretos, ella sabe) pude ver que también estaba contenta de verme.
Tras mucha charla atropellada, de esas en las que intentas -y lo más gordo es que consigues- contarte dos décadas en media hora, terminamos recordando los buenos tiempos, buenos por viejos, por idealizados...y porque fueron buenos de verdad.
En un momento dado empezó a recordar los tiempos de las míticas manifestaciones de estudiantes, de las asambleas y los encierros en el gimnasio del instituto; de las ganas de cambiar el mundo, pero no para nosotros: eran tiempos de poca avaricia y mucha esperanza. Cambiarlos para el resto del planeta. Nosotros podíamos vivir de cantar nuestras canciones favoritas, alimentarnos de besos exploradores y mantener la dignidad relatando sueños y quimeras a albur de la noche.
Quizás las cervezas hicieron mella en ella, pero de repente su rostro mudó de excitación a tristeza, como si las malas cosas que también ha habido en estos lustros le golpeasen el rostro ensombrecido por el pelo aún negrísimo y rizado. Entonces me miró como me miraba con diecisiete años; sonrió como seguramente hacía tiempo que no sonreía, y me dijo algo que me dejó clavado al pasado, algo que me enfureció conmigo mismo por haber olvidado:
-¿Sabes cuál es el mejor recuerdo que tengo de lo nuestro?... lo mucho y, sobre todo, sanamente que nos queríamos. Lo poco que nos importaba lo que nos pudiese ocurrir mientras nos ocurriese a los dos. Nunca más he vuelto a estar con una persona que además de a mi lado estuviese dentro de mí; con una persona que entre ella y yo sumábamos uno. Y este recuerdo lo asocio a aquellas manifestaciones, a las gargantas gritando al unísono, a los corazones latiendo acompasados, a la misma luz en los ojos y el mismo rictus en el rostro a tu fe en la lucha y a la mía en ti... Cuando de repente cargaba la policía todo el mundo salía corriendo desordenadamente... nosotros también... Siempre recuerdo aquellas carreras huyendo de los antidisturbios, con las bolas de goma silbando en el aire, golpeando contra el suelo y levantando una nubecilla de polvo... Recuerdo que corríamos sin rumbo, asustados y sin mirar atrás..., pero lo hacíamos cogidos de la mano a pesar del pánico y el desorden, sin soltarnos en toda la huida. Si nos cogían, nos cogerían a los dos. Me consta que ningún antidisturbios del mundo nos hubiese podido separar…
Me maldije por haber olvidado aquello. Son cosas que no se deberían olvidar, porque son únicas. Son la valentía ante la vida en estado puro, inocente y poniendo como único escudo el amor... Al final maduramos, y el antidisturbios que nos separó fue ella... y yo...
Pero con nadie en este mundo comparto algo así, con nadie... Y estoy contento de que me lo recordase ayer, de volver a verla... de comprobar que sigue teniendo ojos de perdida.Paco Dominguez Evánder, es una vez más el que desface los entuertos gramaticales que comete el gañán de Addi. gracias amigo.
Hay cosas que no deberíamos olvidar nunca, pero el cauce de acontecimientos vividos es tan grande que, involuntariamente, hacemos hueco para las nuevas vivencias dejando en lugar aparte las anteriores. Sólo basta un pequeño detalle para que vuelvan a recobrarse.
ResponderEliminarBonito texto, Addi. Yo sólo lo he retocado un poco. El mérito es de quien lo crea, que no te quepa la menor duda. Aún así, gracias por la mención.
Un abrazo!
Pero se nota diferencia cuando pasa por tus manos, coherencia y ritmo a la hora de leerlo, bueno esto era verídico así que no hemos ejercitado la imaginación esta vez jaja
EliminarUn abrazo.
Excelente canción de colofón de un gran texto y una bonita historia. Abrazos, crack.
ResponderEliminarEs verídico, me ocurrió el otro día que salí a tomar algo después del curro, me dije..esto hay que escribirlo, la canción era la única posible, que es un tema genial además.
EliminarUn abrázo
Kaixo Addi, da gusto leer cosas entrañables, además, recordar episodios de juventud es un ejercicio muy saludable, creo yo.
ResponderEliminarMuxus!
Bueno yo como sabes tengo una odiosa (casi) tendencia a la nostalgia, pero creo que algo de saludable si que tiene recordar cosas buenas.
EliminarMuxus.