Empieza diciembre, mes de saturaciones donde los haya, mes donde si te dejas llevar, el estrés puede acabar contigo. El mes de la lotería, las navidades, las compras frenéticas, las cenas de empresa, los empachos, la paz, el amor y todas esas cosas... Y ahora también, la cuenta atrás para que los abonos de los festivales del próximo curso te salgan más baratos, lo dicho, un estrés.
Hace semanas, e incluso meses, que los diferentes festivales vienen ofreciendo adelantos en sus programas, ¡me parece de traca!.
Observo como se van diseñando las diferentes ofertas y no me dicen nada, creo que más o menos, en general el interés brilla por su ausencia.
Es posible que sea yo, que la edad empieza a hacer presa de mi ímpetu, y lo que es peor, de mi ilusión; pero que me aspen si no llevamos más de década y media paseando por las campas y playas de esta piel de toro a las mismas bandas, los mismos artistas peregrinando de festival en festival a lo largo y ancho de las décadas recientes.
Tengo claro que a parques temáticos con siete escenarios, 500 bandas tocando para medio millón de individuos que, a la mayoría, se la trae muy floja quien toca, bandas interesantes a las seis de la tarde actuando cuarenta minutos, y en horario share, los de siempre: grupos que agotados hace años sus recursos y sin nada que ofrecer salvo su nombre y el recuerdo de aquél disco bueno de los noventa, repiten setlist con el piloto automático puesto, a esos eventos no me acerco ni loco; esta vez, ni aunque toque Neil Young.
En mi ciudad hay uno con cierta fama, pero va a ser que no. Con una oferta basada en bandas inglesas de esas que funcionan como empresas más que como grupos musicales, con programas fabricados para la afluencia masiva de giris con ganas de desfasar lejos de la mirada inquisidora de sus padres y de sus sociedades; y con el coñazo de tener que subir en autobús desde el centro de la ciudad... ¡que no!, ¡que ya no tengo edad para todo ese circo!.
También está el Azkena Rock; esto es otra cosa. Sigue siendo el festival rey del rock; no tiene nada que ver con parques temáticos de los comentados más arriba. La verdad es que el ARF mantiene la magia, el espíritu rockero y los buenos carteles. No me apetece demasiado, y de momento el cartel no me dice gran cosa: esta la Jett si, ¡pero hombre!, puedo prescindir de un concierto de ella perfectamente; los Syndicate es otra cosa, merece la pena por ellos (aunque ya les he visto), pero también por The Hipnotics o The Beasts of Boubon; eso si, lo de MC50 no me lo venden ni a precio de ganga; y es que cada vez me llama la atención menos los bolos de grupos que vuelven tras años retirados, a tirar de su gloria pretérita con giras que no aportan nada a sus trayectorias, en todo caso enturbiarlas en el recuerdo de muchos.
Confieso que no me apetece gran cosa, pero seguro que por el ARF me paso, aunque sea un día.
El menor día venden los festivales en las agencias de viaje, aportando excursión en autobús sin capota por el centro histórico de la ciudad en cuestión, flamenco y porrón de manzanilla en un tablado local y avituallamiento en restaurante concertado con menú del día y parada en la tienda de recuerdos de marras.
La edad no perdona, eso seguro. Hoy prefiero conciertos en sala, con la barra cerca para refrescar el gaznate, buena compañía con charla musiquera incluida con los habituales, el tenderete con los discos a buen precio a la salida, además de buen sonido, y encima si llueve, no te mojas.
Eso si, debo dejar claro que en Bizkaia el BBK Music Legends de Sondica lo está poniendo difícil para mantener la firmeza en cuanto a lo apuntado hasta aquí, pues se me antoja complicado resistirme a Steve Winwood y Mavis Staples, éstos son harina de otro costal, y dudo mucho de que pasen tan cerca de casa y no acuda a su artística llamada.
Por otra parte, lo que sea que se prepare en Frías contará con mi presencia si ó si, pero eso es más que un festival, y sin zona chill out.
Por lo demás, ¿que decir?, que os toméis con calma el mes de diciembre, que si tenéis claro que asistiréis a algún festival, es el momento de adquirir el abono más barato, y que si se tercia. nos vemos en las salas de conciertos.
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