La primera impresión es que este segundo catálogo pierde cierta frescura, o tal vez se trate de que ya no existe el efecto sorpresa, pero según se va excavando en este nuevo cancionero uno descubre sin tardar demasiado que ahí siguen las influencias y bondades que ya se detectaron en el primer intento: David Bowie, Marc Bolan, The Soft Boys, Bob Dylan (según el propio artista)... esencias glam, pop, rock, dentro de una perfilada elegancia que se adhiere a unas composiciones redondas y con pegada.
Una colección de temas radiantes, luminosos, fuertemente aderezados sónicamente y en ocasiones, ciertamente excitantes que empiezan con un trallazo a lo T-Rex como "Fever dream girl".
No se pierde inercia con "Full circle nightmare" para reparar en un entorno más matizado y calmo con "Heartbreak junky".
El single "The rager" destaca por su bonita melodía, mecida por una acústica y acariciada por un teclado.
"Exile rag" es una suerte de country-rock al estilo The Band pero pasado por una especie de máquina del tiempo, mientras que "Belmont (one trick pony)" es un rock & roll acelerado y con actitud. Contrasta la anterior con "Slick & Delta queen", una balada de tono acústico y cenagoso al que le da continuidad otro tema de textura glam titulado "Fake magic angel".
Armónicas, violines y acentos folk en la excelente "Bridge city rose" para terminar con "Gold calf moan", un tema cantado de forma carraspeante, con perfecto subrayado de piano y de gran intensidad, difícil imaginar un final mejor.
No era tarea fácil no sucumbir ante tan brillante debut como fue el trabajo de 2016, pero Kyle Craft vuelve a facturar un disco redondo, personal, equilibrado y variado, donde destaca el talento del autor, un ambiente muy definido que atiende a influencias que no se convierten en imitaciones y excelentes composiciones. Una mirada al futuro con optimismo justificado, eso me parece este chico que pisa fuerte y repite con un disco muy, pero que muy recomendable.
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