Vamos a contar la historia de un grupo leonés bautizado como Fracción ddp que se colgó las guitarras en los convulsos años de la movida leonesa, cuando Cardíacos, Fundación Odessa u Ópera Prima hacían de la capital que vigila desde lo alto Guzmán el bueno, una meca musiquera de carácter y personalidad muy marcados.
Era un trece de mayo de 1983, varios cientos de chicos disfrutaban en la legendaria sala leonesa La Tropicana de un concierto de Parálisis Permanente. A la salida nada era igual para cuatro de los asistentes, los subyugantes sonidos de la mítica banda madrileña y el influjo de su líder, Eduardo Benavente, se habían filtrado como un veneno por la piel de aquellos jóvenes.
Se armaron de electricidad, cuero y actitud y bajo la capitanía de Fran Delgado decidieron dar su visión de la época y de su existencia en un ramillete de canciones que por unas causas u otras no llegaron a ver la luz.
Sin saberlo, habían presenciado el último concierto de Parálisis, unas horas más tarde un accidente de tráfico nos separaba para siempre del inolvidable Eduardo Benavente.
En 1984 quedan quintos en el concurso de rock organizado por el instituto Juan del Encina de su ciudad, lo cierto es que el resto de bandas participantes eran grupos como Deicidas, Ópera Prima, Fundación Odessa o La Fuga.
Después la vida los absorbió, los succionó dentro de sus turbinas y parecía que habían triturado todo lo que nació en aquella época. Pero como a veces las resurrecciones existen, en 2016 Fran Delgado vuelve a reunir al grupo, y esta vez si, graban aquellas canciones, y lo hacen tal y como fueron concebidas, sin ningún cambio ni en músicas ni en letras.
Han pasado treinta y tres años, pero en los sonidos y esencias que se desprenden de "La extraña historia de Fracción ddp", que es el título elegido para este retorno, el tiempo no parece tener vida propia, y el espíritu de una época permanece inalterable mientras se recorren los ocho temas que nutren el elepé.
Hablamos de canciones contagiadas de punk, de oscuridad y sonidos siniestros. No es posible desvincular este sonido del legado de Parálisis Permanente, que sobrevuela por el disco de principio a fin.
Como si de un milagro maldito y satánicamente poético se tratase, la escucha del álbum es fortificante y sumamente sugestiva. No hay en el tracklist relleno ni momento de bajón, y lo que escuchamos son ocho temas redondos y perfectamente construidos. Letras que abordan la temática siniestra y post-punk propias de la época, estribillos de gran pegada, bajos borboteantes, coros femeninos que aportan una luz que incide sensualmente en los parajes oscuros y reptantes que aportan las guitarras y la voz de Fran Delgado. Una sorpresa que resurge, elevándose cual vampiro hambriento, de entre las tumbas del cementerio de los olvidados de los primeros años ochenta.
No se pierdan este milagro perverso de la oscuridad musical patria, estoy seguro de que les encantará el viaje, tal vez ahora si, el último a las catacumbas donde se gestaron las canciones más tenebrosas de la historia del rock español.
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