En España, aunque muchos no lo sepan o no se hayan preocupado en enterarse, un señor llamado Luis García Berlanga que nació en Valencia, -la tierra que me ha acogido este fin de semana-, goza de un lugar de privilegio entre los grandes maestros en el arte y oficio de hacer películas.
Y entre las muchas obras maestras que nos dejó, podríamos decir que una de las más especiales y mordaces; críticas y clarificadoras, e inteligentes para zancadillear la vileza de la censura franquista fue "El Verdugo", que don Luis dirigió en 1963.
Me van a permitir que en esta ocasión no diga nada sobre esta película magistral. Creo que lo preceptivo es dejar que mi admirado amigo Gonzalo Aróstegui Lasarte lo haga por mi. Recientemente Gonzalo en su imprescindible blog Ragged Glory dejó en negro sobre blanco la más brillante, afilada y vibrante reseña que jamás haya leído un servidor a propósito de "El Verdugo".
Me enorgullece dejaros con las incisivas y certeras palabras de Gonzalo.
"El Verdugo" - Reseña de Gonzalo Aróstegui Lasarte publicada en Ragged Glory el 17 de octubre de 2018.
Luis García Berlanga ya había ironizado sobre la España cateta y atrasada en la que le había tocado vivir al rodar títulos como Bienvenido, Mister Marshall (1953) o Los jueves, milagro(1957), pero Plácido (1961) y El verdugo (1963) convirtieron el sainete en esperpento al acentuar el humor negro de los argumentos y aumentar la sátira y el absurdo con el uso de sus famosos planos secuencia en los que se agolpan los personajes. La realidad grotesca y agobiante de un país gobernado por la ignorancia y el sectarismo fue perfectamente retratada por la técnica cinematográfica de Berlanga en dos cintas antológicas que, partiendo de guiones del director y el impagable Rafael Azcona, multiplican con su puesta en escena las posibilidades del texto escrito mientras hacen comedia del drama más profundo.
El verdugo es en mi opinión la creación más redonda del autor de Calabuch (1956), a la altura de las obras maestras de Billy Wilder o Federico Fellini, bien por su implacable estructura narrativa, la riqueza inagotable de sus imágenes o el surrealismo injertado en la realidad castiza del Madrid de entonces. La historia de un tipo que no quiere ser verdugo pero que se ve arrastrado a serlo es, al mismo tiempo, un retrato de las mezquindades e hipocresías de la sociedad española bajo la dictadura, un alegato contra la pena de muerte y una descripción universal del monigote que, al no saber defender o imponer su criterio, acaba convertido en la más vil de las personas. Constantemente, el no de José Luis (Nino Manfredi) se convierte en un sí, mezcla de debilidad y estulticia que puede ser delirante (la escena en la que va con su yerno Amadeo —Pepe Isbert— a la firma de libros de un escritor para conseguir una recomendación) o aterradora (el momento perentorio, rodado en un impresionante plano general, en que es conducido a regañadientes a ajusticiar al condenado).
Sin embargo, la brillantez absoluta de la película se debe a que ninguno de sus fragmentos tiene desperdicio. Secuencias como la de la Guardia Civil buscando a José Luis en las cuevas del Drach, donde asiste a un espectáculo musical con su mujer Carmen (Emma Penella), o la visita de estos dos en compañía de Amadeo al piso en construcción que van a adquirir, amén de las mencionadas arriba, pueden quedar especialmente grabadas en la retina del espectador, pero es en el perfecto acabado de cada una de las partes, en la coherencia de la ilación de todas ellas y en la información que tácitamente dan las elipsis que produce dicha trabazón donde reside el secreto de uno de los mejores largometrajes españoles de todos los tiempos. La fotografía de Tonino Delli Colli y el reparto que completan secundarios de lujo como José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Lola Gaos, Chus Lampreave, Saza o Agustín González ponen la guinda a El verdugo, a la que no faltan la habitual mención al Imperio austrohúngaro de Berlanga y la pelea, no menos corriente, con la censura franquista. Censura que nada pudo con la maestría del realizador valenciano y sus colaboradores.
Muchas gracias, Addi. Siempre es un honor aparecer en tu espacio.
ResponderEliminarUn abrazo.
La reseña es impoluta, inigualable. El honor es de este blog Gonzalo.
EliminarUn abrazo.
Genial reseña, junto con Placido mis preferidas del genial Berlanga.
ResponderEliminarEs una reseña magnífica. Y si, desde luego Plácido es otra de las obras imprescindibles de Berlanga, que fue muy grande.
EliminarSalud.