...requiere un posicionamiento por parte del oyente, un dejarse llevar al huerto por lo utópico, lo diferente y por esa belleza que habita en el interior...
Redactor: Jorge García.
Hay discos que precisan un posicionamiento especial para escucharlos, y más aún si cabe, para explicarlos. Trabajos que buscan un orificio por el que entrar en el alma del oyente sin hacer ruido, cómo pretendiendo ser queridos por él sin venderse ni anunciarse con artificios llamativos, que sean valorados por la belleza que anida en su interior, ese tipo de belleza que requiere paciencia y sobre todo apertura de miras (y de oídos).
"For all those amber lights" es un disco publicado en Valencia en el año 2017 por un grupo de artistas que iremos detallando y que se agrupan bajo el nombre de Nanga Parbat, y que consigue eso precisamente: entrar en el alma del oyente por orificios escondidos, renunciando de primeras a la puerta grande; y eso requiere un posicionamiento por parte del oyente, un dejarse llevar al huerto por lo utópico, lo diferente y por esa belleza que habita en el interior, pero debemos ser conscientes de que en estos tiempos de velocidad lenticular no resulta fácil dar tiempo al tiempo esperando que llegue la luz, como por ensalmo.
Pero les aseguro de que en este caso llega, la belleza digo, la luz. Pero también la exclusividad, la diferencia que colorea el paisaje auditivo de cada cual, acostumbrado siempre a los mismos tonos y colores, a los mismos sonidos y armonías, y también llega un estado de calma casi natural, orgánica, que germina de los sonidos de cada una de las diez piezas que componen "For all those amber lights".
Todo esto se consigue a base de orfebrería melódica e instrumental, rompiendo el armazón de lo esperable y adentrándose en terrenos melifluos donde todo está permitido y es bienvenido. Así, escuchamos inmiscuirse en la tela de araña sónica que reboza cada melodía instrumentos como violines, trompetas, sintetizadores, glockenspiels (una especie de xilófono), pedal steels...
La sensación es de atmósfera, o como dice mi amigo Juanjo Frontera en su reseña de hace un tiempo en Alquimia Sonora (pinchar), de paisaje, como esas pinturas con profundidad y vida interior pintadas por los grandes maestros del pasado.
Postularse en una actitud de espera, dispuesto a recibir lo que llegue sin preguntas ni posicionamientos preconcebidos es el primer paso para que todo funcione y este singular disco cumpla su cometido, hablar de etiquetas me parece que sería despistar más que ayudar a la comprensión del elepé, pues me parece más interesante que cada cual lo reciba con la certeza de que lo que va a escuchar no le va a resultar familiar, y que ha de ponerse a la tarea, pero sin esfuerzos ni rogativas, sólo con espíritu aventurero y los sentidos en posición 'on'. Creo que será difícil no disfrutar de este trabajo si nos dejamos zarandear por él, y una vez que se domina la materia, tomar el timón y explorar esa atmósfera, ese paisaje, y sumergirse en él.
El capitán de esta nave es el italiano Mario Dubla, quien además de cantar se encarga de guitarras, percusión y lap guitar. La gestación del proyecto ha conocido diferentes ciudades y tiempos en el calendario.
Le acompañan Dani García (batería), Carla Pascual (violín, glockenspiel), Javier Marcos (guitarra), Luis Alcober (sintetizadores, trompeta) y Txema Mendizabal (bajo, steel guitar); además de diversos músicos que colaboran parcialmente en determinados temas.
La mejor manera de despedir esta reseña se me antoja que será escuchando uno de los diez temas del disco, por ejemplo este "Red sky at night".
Bandcamp donde escuchar y adquirir este delicioso disco, pinchando AQUÍ.
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