Concierto: Burning - Bilbao, Kafe Antzokia (27/09/2019). ¿El último concierto?.


No era fácil evadirse de la sensación de despedida que presidía el ánimo de muchos de los que anoche nos acercamos al Kafe Antzoki para vivir la enésima noche de rock and roll con Burning.
Hace lustros que perdí la cuenta de los bolos que había compartido con sus canciones, las noches y las leyendas que se forjaron en muchas de ellas, con los himnos de los de La Elipa como banda sonora indeleble del episodio en cuestión.
He repetido en varias ocasiones que no sé cúal puede ser el mejor grupo español de la historia, lo que sí sé, es que Burning es mi banda patria, y punto.
El caso es que ayer, según parece, se cierra este habitual y cíclico ritual: ir a ver a los Burning, no sé si me podré acostumbrar. Con pocos grupos me ocurre que no me canso de verlos en vivo, siempre me apetece ir a un bolo de Burning, sé que me encontraré con un montón de cosas que solo puedo encontrar allí: recuerdos, sensaciones, escalofríos, emoción, actitud, poesía, mi pasado y mis mejores tiempos resumidos en una frase de cualquiera de las canciones de Burning, un quejido del piano de Johnny, un sollozo de la guitarra de Edu...
Pero la fiesta ayer era una despedida y a punto estuve de quedarme en casa, no me apetecía dejar atrás más cosas importantes, y los conciertos de Burning han sido importantes, otra historia que se difuminaba en el tiempo y el espacio, otro motivo para mirar atrás con añoranza, no lo tenía nada claro.
Pero por otra parte, ¿cuándo coño me he perdido yo un bolo de Burning?, no quedaban más cojones, tenía que ir, decir adiós y esperar que la marea del rock nos los vuelva a traer a la costa, aburridos del sol de alta mar, de la quietud del descanso, del silencio del reposo.


No se cebaron en el plano sentimental y el concierto, salvo por un par de alusiones hechas de refilón, no parecía una despedida, mucho mejor así. Y aunque el sentimiento flotaba en el abarrotado Antzoki, el concierto fue un bolo de rock and roll de Burning, otro más y no uno menos.
Musicalmente poco se puede decir a estas alturas, los cinco de siempre con percusionista y saxo, Johnny con su humanidad y su actitud comandando el cotarro y despachando carisma a espuertas, y sus canciones, su actitud, su repetido protocolo de acción rockera esparcida sobre el escenario y las sensaciones que empezaron a hacer de las suyas entre la parroquia desde la grandiosa y favorita personal "Es decisión" con que empezó el concierto.
Y sonaron otras favoritas, todas son favoritas cuando de Burning se trata: "Bestia azul", "Corre conmigo", "Willie Dixon", "Tu te lo llevas todo" del ya clásico "Pura sangre". Chispazos imprescindibles en un bolo de Burning como "Jack Gasolina" o "Mientelas". Sonaron dos himnos sagrados no demasiado repetidos en directo como "Las chicas del drugstore" y "Balada para una viuda" que la peña celebró por todo lo alto. Y la rafaga de explosiones rockeras de siempre: "Baila mientras puedas", "Muévete en la oscuridad", "Ginebra seca" con el final más stoniano del rock patrio, la sublime "Como un huracán" (la canción con la frase más triste del rock), "Weekend" (único tema de mi disco favorito de la banda), "No pares de gritar" y detonación nuclear con "Mueve tus caderas".
Llegaron los bises: "No es extraño que tú estés loca por mi", "Jim Dinamita", "Esto es un atraco", "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?", "Una noche sin tí"...
No quería ponerme triste y no lo hice. Burning me ha acompañado en muchos momentos chungos, en muchas noches de tristeza y pérdida, en soledades y malos rollos, y me alegro de que así haya sido, pero ayer no me quería poner triste.
Se acabó, o tal vez no, algo me dice que esto no ha terminado todavía... veremos... yo de momento no digo adiós.

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