Dentro de poco cumplo años, y como en anteriores ocasiones, no es la sensación que más me gusta del mundo. No creo que sea por coquetería, ni he sido nunca presumido, ni tengo fundamentos físicos o estéticos que justifiquen esa debilidad. Tampoco el temor a una decrepitud incipiente que pueda, paulatinamente, estropear el arranque de mis días frente al espejo del baño entiendo que sea el motivo de mi aversión a la inefable y parsimoniosa costumbre de cumplir años. La salud bien, gracias. Y ciertos vigores que tienden a perder intensidad según se acumulan los abriles, de momento no han hecho saltar las señales de alarma. Es por lo tanto el miedo lo que provoca mi falta de simpatía por los cumpleaños.
Siempre me han aterrado algunas consecuencias derivadas de cumplir años, ya he explicado más arriba que las más habituales no son el motivo del temor. Les diré el secreto que atenaza mi ánimo cuando se acerca la temida efeméride: Siempre he sentido terror, no a la vejez, sino a la obsolescencia.
Temo tanto perder de rueda a la vida y quedarme sumergido en mis paisajes de juventud, mis victorias pretéritas, mis aventuras juveniles, mis experiencias ya cicatrizadas, los besos cuyo sabor ya está olvidado, las caricias que la memoria convirtió en escalofríos, los ímpetus ya innecesarios o los "pudo haber sido y no fue", que me consta que el ensimismamiento en la nostalgia - pecado capital del que suscribe - puede hacer que la vida que aún premia mi madurez cada vez más madura, se escape por su propia inercia, y cuando quiera darme cuenta, alcance una distancia insalvable para una osamenta que ya no está en sus mejores y más engrasadas fechas.
Siempre me he esforzado por estar al tanto de lo que hoy se cocina: he huido de cualquier debilidad, o tal vez comodidad, que me haga sentarme en mi mundo ya fenecido y regodearme de los discos con los que vibré un día, los libros que me señalaron el camino (tantas veces equivocado o demasiado escabroso), y verme empujado a ese mantra pernicioso que termina en aquello de "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Sostengo que al fin y a la postre la juventud tiene razón (casi) siempre, porque al no tener recuerdos en cuyo barrizal quedó hundida una bota que impulsa sus pasos, pueden avanzar libres y sortear las zancadillas que siempre están dispuestos a ponerle los que preferirían volver al jardín embarrado en el que quedaron atascados sus zapatos, pero donde aún se creen dueños de la situación, aunque sea en su memoria falsificadora de felicidades anheladas y a veces nunca vividas.
Por eso busco las novedades discográficas, los libros de los autores y autoras jóvenes, las obras más vanguardistas... porque necesito entender el mundo de los jóvenes, descifrar sus códigos y vislumbrar sus horizontes, porque no soportaría quedarme obsoleto.
Pero cada vez estoy más lejos de esa tribu invencible que es la juventud, sus descubrimientos van más rápido que mis esfuerzos y no consigo ya ni siquiera hacer la goma, tal es su vitalidad y tan flojo es golpe de riñón que un servidor puede protagonizar a estas alturas.
Últimamente me he sentido viejo, rendido mientras oteaba a ese cada vez más pegado al horizonte, pelotón de energías, ilusiones, sueños y quimeras que es la juventud y que avanza dejando descolgados a su paso a los menos hercúleos, a los que ya han hundido sus extremidades en el barro de su avejentado parterre. Pero estos últimos días un acontecimiento original e inesperado me ha animado y me ha recordado que la juventud tiene coordenadas afines con el mundo de los que miran hacia atrás más que hacia adelante, eso, y que a lo mejor no estoy tan descolgado.
Por ello y porqué hay tantas cosas buenas por las que echar el resto, porqué el calor de unos besos que a veces pienso que no siempre merezco sigue causando estremecimiento en mi pecho y la juventud se asoma a sus pupilas color miel, y entonces la rueda de la vida empieza a girar de nuevo, porque vuelvo a escribir y a perderme en la nostalgia, por los que siguen cerca y los que acaban de llegar, por todo ello volveré a soplar las velas aprovechando que aún entran en el pastel, y que siempre nos quedan canciones como esta...
Bueno, cumplir años significa que sigues vivo, eso es al fin lo importante. Por cierto, has elegido mi tema favorito de los Stones.
ResponderEliminarAbrazo.
COMO TE SIGO LEYENDO, ES QUE A UN ESTOY VIVO. GRACIAS POR ESTAR . QUE ESTÉS MUCHOS AÑOS CUMPLIENDO DÍAS
ResponderEliminarAddi, ya sabes la alternativa es mas jodida.
ResponderEliminarSalud socio
El espíritu joven a mi siempre me ha parecido de un chorrada impresionante; y más, conforme me hago mayor (lo mío son 50). Pero la locura, incosciencia y el infantilismo para no ser esclavo de los formalismoa. eso, siempre hay que mantenerlo vivo. Y quan más viejo, mas punky
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios.
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