Sabina combinaba su carácter de cantautor observante de lo que le rodeaba, con la canallesca rockera y noctámbula propia de un chico de barrio |
Me imagino que a muchos sorprenderá ver el nombre de Joaquín Sabina en esta bitácora. No diría que a estas alturas de la vida yo sea un fan del de Úbeda, la verdad es que la carrera de Sabina durante los últimos veinte años no me interesa en lo más mínimo, pero en otro tiempo... en otro tiempo fue otra cosa.
En los ochenta Sabina aún tenía fe en el rock and roll, no fue hasta que llegaron los noventa que el cordobés mutó su piel de cuero por texturas más acordes a los tiempos, declinando de las asperezas de las guitarras en favor de sones cubanos, rumbas, salsas y rancheras.
Pero en aquellos primeros años de carrera, Sabina combinaba su carácter de cantautor observante de lo que le rodeaba, con la canallesca rockera y noctámbula propia de un chico de barrio.
¿Y qué quieren que les diga?, un servidor prefiere a aquél Sabina. En aquellos primeros discos están sus mejores canciones (y nadie me va a bajar de este burro), otra cosa es que la producción de muchos de aquellos álbumes fuese infame y diese al traste con muchas de aquellas coplas, pero cuando fueron recicladas en un directo que tenía mucho de rock, la esencia de aquellos temas se reveló con gloriosa fuerza, destapando unos textos que incidían en un mundo de marginalidad suburbial, en noches oscuras y líricas, en canallesca patria y chulesca (también machista), en la exaltación de la supervivencia a cualquier precio, en desencantos amorosos mezclados con fracaso y descenso al infierno, en los nuevos códigos que se imponían tras el franquismo, en un paisaje urbano que por fin salía del refugio del miedo, en una crónica de la ciudad de sus sueños... era el Sabina seminal, tal vez el auténtico.
Después llegó el Sabina intelectual y poeta, el filósofo, el intocable... el maestro. Siempre he pensado que al Sabina que a mi me gusta, aquellos adjetivos se la traerían floja. En los noventa se va perdiendo esa cualidad visceral en discos cada vez más producidos y promocionados, pero en los que se disolvía la esencia y cada vez me gustaban menos (a excepción del soberbio "19 días y quinientas noches").
En resumen, que sigo prefiriendo al Sabina que paseaba por la calle melancolía, pateaba el metro de madrid para ir a buscar a su chica y subirla en su caballo de cartón, que se mezclaba con Juana la Loca en el bullicio nocturno de la calle Carretas o cambiaba de vestimenta para convertirse en un ajado hombre del traje gris.
Y precisamente de "El hombre del traje gris" voy a hablar brevemente. Con el equipo que habría de acompañarle las próximas décadas (hasta la actualidad): Pancho Varona/Antonio García de Diego, Sabina graba en 1988 el que en mi opinión es su mejor disco. Trabajo de atmósfera muy cinematográfica, no en vano alguna de las canciones formaron parte del fallido film "Sinatra", dirigido por Francesc Betriu, más exáctamente la espléndida e imprescindible "¿Quién me ha robado el mes de abril?", la hierática y extrema "Los perros del amanecer" y un ahogado canto a la perdición y el fracaso que es la magnífica "Nacidos para perder"... todas ellas contadas con una prosa poética muy de hormigón y cristal, sin las ínfulas de terciopelo propias de los salones que estaban por llegar.
En el disco hay temas tan hermosos como "Eva tomando el sol", donde se puede oler el aroma de las patatas fritas y la crema solar, una historia de unos okupas sin más dios que Cupido. "Besos en la frente" narra las hieles amorosas de una fea, que siempre se va sola a dormir, hasta que alguien descubre en ella la tierra prometida. "Una de romanos", nostálgica y brumosa (sigue el aire cinematográfico), con linternas de acomodadores, fila de los mancos y semioscuridad blanca y negra del NO-DO.
También hay un hueco para el sentido del humor en "Peligro de incendio", donde aparece el Sabina más lúbrico, la amargura del que ha perdido un amor en "Cuando aprieta el frío" o un rap, cuando la mayoría no sabíamos aún qué coño era eso, sobre un grupo de rock que se vendió para ganar y perdió en "Rap del optimista".
Hoy me ha dado por recuperar mi adolescencia, mis primeros amores y acercamientos a la poética urbana de un Sabina que me gustó y que es justo recordarlo por medio de uno de mis discos de los ochenta.
"El hombre del traje gris" fue el primer disco de Sabina que me compré en una tienda. Era un vinilo. Hasta entonces todos sus discos me los había grabado algún amigo y los tenía en cassette.
ResponderEliminarYa sabes que la música no es mi fuerte, pero sí lo es la letra y por eso me gusta Sabina. Creo que sus letras son muy buenas y, ciertamente, ha ido perdiendo frescura con el tiempo. Después de "El hombre del traje gris" creo que, aparte del soberbio como dices "19 días y 500 noches", me gustan casi todos los que hay en medio a excepción de "Enemigos íntimos", puede que sea porque la forma de cantar de Fito Paez no la soporto.
Un beso.
Esto es más una contestación al comentario de Rosa que a tu propia entrada, el "Enemigos intimos" con Fito Paez es fundamentalmente un disco de esté, aunque los temas, excepto la de "Yo me bajo en Atocha" que es el unico tema 100% Sabina del disco, los firmen los dos son canciones mayormente de Fito Paez, a poco que conozcas de su discografia lo notas enseguida, y la colaboración de Sabina se debió limitar a colaborar en escribir alguna linea de las letras, poner voces y poner el nombre en la portada para beneficio de ambos, promocionaba a Fito en España donde no era demasiado conocido y a Sabina en Argentina donde Fito en aquellos momentos era casi Dios.
EliminarFue una colaboración muy extraña casi tanto como la de Lou Reed con Metallica.
Con los años he ido olvidando al Sabina de los noventa, aunque sigo sintiendo algo por el de los ochenta, en especial por este. En cuanto a letras, creo que tiene de todo, algunas muy buenas, y con el tiempo redundantes, me sigo quedando con Serrat y Aute en este apartado.
EliminarEn cuanto a "Enemigos íntimos", efectivamente fue una colaboración extraña que acabó como el rosario de la aurora, y efectivamente el disco es básicamente de Fito, como bien dice Pablo, artista que por cierto tiene algún disco soberbio como "Circo beat", "Ciudad de pobres corazones" o "El amor después del amor".
Gracias y un saludo a ambos.
Pablo, Jorge, ya veis que mis conocimientos musicales no son gran cosa. Ignoraba que "Enemigos íntimos" era fundamentalmente un disco de Fito Páez aunque sí me llamaba la atención que casi todas las canciones fueran cantadas por Fito Páez.
ResponderEliminarJorge, yo también me quedo con Serrat y Aute, pero detrás de ellos, Sabina también me ha dado momentos inolvidables.
Un beso a ambos.
Tengo que darte la razón en casi todo; los discos ochenteros de Sabina, en especial este y Hotel, dulce hotel, son sus más inspirados. Suscribo eso de que "otra cosa es que la producción de muchos de aquellos álbumes fuese infame y diese al traste con muchas de aquellas coplas" que bien fueron recuperadas en directos dándoles la gloria que merecían. No reniego del Sabina de los noventa, aunque creo que cada vez fue más mediático y menos original, copiándose insistentemente a sí mismo. Un hallazgo por aquí que voy a escuchar ahora mismo. Un saludo.
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