Me dejo llevar por el solariego sonido de Cave Flowers, por la sugestiva y delicada melodía de sus historias de interiores geográficos y humanos... |
Hacía tiempo que no paseábamos por esta bitácora ningún disco de americana. De un tiempo a esta parte no conecto con los discos de las nuevas bandas del género. Tal vez lo trillado de su propuesta sónica, ese parecer cada canción un copia-pega de los himnos del pasado, o tal vez que hace tiempo que me he acomodado en géneros más afines con lo que mi esencia seminal acepta con naturalidad, hayan sido motivos para dejar de lado un género que me ha dado muchas horas de disfrute a lo largo de mi vida.
Hoy vuelvo a hablar de un disco de guitarras soleadas, crepúsculos que evocan nostalgias, esencias de praderas atravesadas por bucólicas carreteras y encendidos quejidos vocales que sortean el country, el rock y el folk en busca de los rincones más visceralmente americanos de la inspiración musical.
Y esto es gracias a la banda Cave Flowers que a principios de este 2020 presentaba su disco debut, de título homónimo, y a mi camarada de exilio Chals Roig que hace meses, antes incluso del encierro, nos hablaba de él en las páginas del Exile SH Magazine.
No digo que estos chicos hayan encontrado en su camino algo que les haga diferentes, nada de eso, sus referentes sónicos son los habituales y la idiosincrasia de su literatura es la de siempre. Tenemos en el fondo del tiro de cámara a Uncle Tupelo, Waylon Jennings, America, Drive by Truckers, The Sheepdogs... nada nuevo bajo el sol.
El motivo por el que este disco está aquí y otros similares no, es puramente químico, quiero decir que en la escucha de este disco me siento bien, algo en la morfología de su sonido hace que no me resulte pesado o ya escuchado (aunque sé que lo es), tal vez tenga que ver, como tantas otras veces, con el momento vital que uno atraviesa, que hoy necesito canciones que me resulten familiares, acogedoras, limpias y sin pretensiones.
Lo cierto es que con todos los conocidos precedentes a cuestas, las canciones de este debut se suceden transmitiendo la cristalina terapia sonora de un riachuelo, el calor reconfortante de un atardecer de verano a la sombra de un sauce, la verdad decorada y adormecida de los buenos recuerdos, la paz de un ronroneo que acompaña la llegada del sueño.
No diseccionaré canción por canción este disco, diremos que tiene en la voz de Andy McAllister un terapéutico y muy armonioso activo, y que las guitarras de Henry Derek Ellis suenan encendidas y pasionales, y que todo lo demás, a día de hoy, poco me importa.
Me dejo llevar por el solariego sonido de Cave Flowers, por la sugestiva y delicada melodía de sus historias de interiores geográficos y humanos, y no me resisto a dejarles, sin compartir la maravillosa tonada, y favorita personal, titulada "Upper hand", para que tengan un botón de muestra.
Se recomienda visitar la reseña que sobre este mismo trabajo publicó Chals Roig en el Exile SH Magazine.
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