Los conciertos de la pandemia y yo - Confesión o coartada.

Empieza a haber conciertos. Es solo un goteo y da la sensación de que se programan y anuncian con una inquietante mezcla de ilusión y cautela, como si al evento le rodease una tibia sensación de clandestinidad, o tal vez de presión provocada por el efecto de inadecuación a lo que es un concierto de rock and roll, pero que es, de momento, imprescindible, si queremos que vuelvan a vibrar los equipos de las salas de conciertos, y que sobreviva la música en vivo.

Admito que de momento no me he planteado acudir a ninguno de los pocos que se han programado en Bilbao. Aforos limitados, sillas y distancia de seguridad; mascarillas y una zozobra provocada por lo desconocido y atípico de la situación me alejan por el momento de esa posibilidad.

He acudido a lo largo de mi vida a cientos de conciertos, espero seguir haciéndolo, sé que voy a seguir haciéndolo; pero de momento creo que no me voy a animar a ir a uno de estos conciertos. 

Sé que escribir este post es una temeridad por mi parte, que puede ser mal entendido y que muchos me atacarán con aquello de que un servidor adolece de amor a la música en vivo, a los grupos o al rock and roll. Incluso muchos pensarán que en los últimos treinta y pico años he utilizado los conciertos para socializar y darme un homenaje, como postureo o como una forma más salir de fiesta para que nos entendamos. A estas alturas no me voy a molestar en defenderme de esas acusaciones (si se dieran), tampoco voy a citar ejemplos que puedan servir de atenuantes ante tamaña acusación o que puedan demostrar su falsedad, no me lo merezco.

También digo que si esta situación se prolonga indefinidamente, es posible que cambie de parecer, que rectifique y me sumerja en un concierto de rock and roll aunque sienta en mi interior que ese evento es otra cosa, que no es una ceremonia rockera, o al menos, que yo no lo siento así, y por tanto no lo puedo vivir como tal.

No me imagino viendo a una de mis bandas favoritas en tales circunstancias, y creo que no me apetece hacerlo además, lo digo públicamente y no sé por qué lo hago, pero necesitaba dejarlo claro. Igual es una coartada que doy al mundillo al que siempre he creído, de una manera discreta y en la sombra, pertenecer, para que mi sueño no se vea perjudicado por remordimientos o pesares.

De todas maneras, nunca se puede decir de este agua no beberé, y no sería de extrañar que ante alguna visita especial (bandas amigas, artistas intocables o la promesa de una buena compañía durante el bolo) se me vea sentado entre el público, con la mascarilla puesta y a metro y medio del resto del mundo, distancia que en un concierto de rock and roll es un abismo.

Espero que dentro de poco tiempo, este post no tenga sentido y se autodestruya con el rugir del público ante el estallido de un riff.



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