Extravagante abanico de sonoridades en instrumentos de cuerda y viento que nos llevan, cual máquina del tiempo, al alto medievo...
Por Jorge García
No encuentro motivos convincentes para que, tirando de lógica, "Manifestación", que es el título del tercer disco de Pigmy, guste a un tipejo como yo, pero lo cierto es que desde hace varios días me cuesta un imperio escuchar otra cosa.
Tras la nomenclatura Pigmy se oculta el artista Vicente Maciá, un kamikace de la música en el aspecto de que difícilmente se puede huir más de la busqueda de la comercialidad en una industria como esta que facturando un disco como "Manifestación".
No me resulta sencillo describir lo que se escucha en este trabajo: ya que sobre un paisaje juglaresco y medieval, se incorporan fundamentos de la música vocal acústica de los setenta, cierto tono naif, experimentación en clave metafísica e incluso escurridizos guiños al rock progresivo, al folk de cantautor del tardo-franquismo o al pop de psicodelia beat hindú.
Extravagante abanico de sonoridades en instrumentos de cuerda, viento y percusión que nos llevan, cual máquina del tiempo, al alto medievo, con letras incluso en latín, en lo que es una suerte de canto gregoriano para abrir el disco con los treinta y siete segundos de "Ut quent laxis".
Y tras el impredecible intro, Maciá empieza a desplegar su magia y una lírica trobadoresca que nos traslada al siglo de oro para devolvernos a los años más filosóficos de las últimas (y frívolas) décadas.
Las partes de este todo encajan en el mosaico de efluvios espacio-temporales que suministran atmósfera y sentido al cancionero, desde los aires renacentistas de "Amendros en flor" hasta el entorno folk y cordial de "Manifestación".
"El hombre mengüante" es un pastoral hermoso y plácido lleno de filosofía en torno a la propia existencia. Vuelta al viejo entorno medieval con la hermosa "Incienso y bengala" que precede al ecuador del álbum con el folk amable de "Ana".
Imposible no rememorar el mítico y único disco de Solera cuando de la escucha de "Lo sagrado en lo profano" se refiere, para volver a los cantos centenarios en otra pieza de orfebrería titulada "Mi canción" aspecto más acusado aún en el instrumental "Lachrimae pavan".
La recta final la certifican dos nuevos momentos excelsos: la íntima y delicada "Déjame entrar" y un pop folk vetusto y mediterráneo (a mi me lo parece) titulado "Septiembre" y que da carpetazo a esta singluar y bellísima colección de tonadas.
"Manifestación" ha llegado al final del curso y supone una suerte de redención justo en el momento más bajo del año, cuando los acontecimientos empiezan a ser una carga demasiado pesada que me hace dudar de lo que parecía más seguro, un remedio contra "La insoportable levedad del ser".
Se recomienda visitar la reseña que sobre este mismo trabajo publicó Juanjo Mestre en el Exile SH Magazine.
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