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Tras aquella aventura, se embarcó en una singladura fugaz con Glenn Thompson, la otra mitad de aquella póstuma base rítmica de la banda capitaneada por Robert Forster, a la que denominaron Adele&Glenn y que solo dejó un disco en 2011 titulado "Marrickville".
Ahora, nueve años después de aquella experiencia, lo vuelve a intentar con un grupo propio, formado en 2018 en Brisbane (Australia) y que ha sido bautizado como Adele & The Chandeliers.
En formato trío, con la construcción básica de guitarra, bajo y batería, aunque con añadidos de teclas (piano, sintetizador, órgano, mellotrón) y con producción de la propia Adele, que se encarga de la composición de nueve de las diez canciones, presentan este primer disco titulado "First date" y que el sello alicantino Pretty Oliva Records auspicia y distribuye en España.
Si bien es cierto que la sombra de The Go-Betweens se cierne silenciosa sobre las texturas sónicas de estas canciones, no es menos palpable la esencia post-punk que recorre ciertos pasajes, el entorno retro que nos lleva a ciertos entornos garageros y a escenarios propios de la escena neoyorquina, en especial en lo referente a las guitarras de texturas a lo Television y Tom Verlaine.
Adele canta como una adolescente intrépida: sin pretensiones vocales pero sin complejos ni envaramientos, dando con el tono justo que necesita cada copla, resultando su timbre y fraseo el vehículo perfecto para transitar por ese sonido que oscila entre el pop juguetón: "1234", "Looking for something" y posiciones más densas dentro de una fluidez siempre latente: "Breaking all the rules", "Swimming with sharks".
También hay estribillos que destacan entre nebulosas y que funcionan a la perfección, como el single "German of my mind"; la excitante y positiva "Something good is happening" o uno de mis momentos favoritos del lote, el pop chispeante y efervescente de "Treasure".
El resto del tracklist sigue en la línea marcada, con profusión rítmica en la garagera y urgente "Love you more", la estupenda "Gourami fish" o el brillante colofón, casi una suite, y mejor corte del disco en mi opinión "How I love my sunday mornings".
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