...Van Morrison halla en Moondance la liturgia a seguir para encontrar la 'piedra filosofal' de su arte, de su sensibilidad y de su fe...
Por Jorge García.
1970 fue el año elegido por la providencia para que Van Morrison publicase si no su mejor disco, sí el que resultaría más identificativo de su arte y de su vida en la música.
1970 fue el año en el que el destino decidió que un joven Van Morrison tomase otro camino que habría de conducirle al descubrimiento de paisajes nuevos y mimetizarse con un mundo de sonidos, texturas e influencias que habrían de resultar definitivas para él y también para la historia reciente de la música.
Aunque bien pensado, sería más exacto hablar de una bifurcación dentro del camino por el que ya transitaba desde hacía algunos años, dejando momentáneamente a su espalda aquél otro mundo que rubricó una juventud rabiosa y pletórica de folk enraizado en tierras irlandesas, mitología y nigromancia celta, y unas evidencias claras de talento viciado por un temperamento indomable.
1970 fue el año en que nació "Moondance", un alumbramiento en el que se resume de manera admirable y casi taumatúrgica la esencia del nuevo Van Morrison. Un instante que se convierte en eternidad y que supone un punto de luz en el espacio, donde la inspiración se funde con el azar, y las fuerzas vitales de un artista insondable explotan deflagrando las sustancias que parecían dormidas o en espera de mostrar y demostrar su fulgor y brillo.
En "Moondance" está el Van Morrison de antes y el de después, pues entiendo que es el epicentro de un movimiento sísmico inspiracional donde se conjuga el blues con el jazz, y estos con el swing y con el soul, un ojo de huracán donde Van Morrison halla la liturgia a seguir para encontrar la 'piedra filosofal' de su arte, de su sensibilidad y de su fe, y lo desarrolla con un talento infinito y con furibunda fuerza, la fuerza de un león.
Aunque los sortilegios lunares vienen del Van de "Astral Weeks" y la mística sigue formando parte de la esencia propia del autor, el nuevo camino emprendido enriquece unas composiciones perfectas y dulcifican a una voz impoluta y bella, que encuentra en los nuevos estados (lunares) el color, inflexión y fraseo justo, el que habría de convertirse en una denominación de origen que llevaría al músico de Belfast a convertirse en uno de los mejores vocalistas de la historia y a firmar un modo estatuario, íntimo y particular de articular sonidos, letras y melodías.
Mencionaba más arriba al azar, y lo explico como elemento fundamental para la consecución de todo lo comentado, en algo vivo y ciertamente perenne. Pues "Moondance", al contrario de lo ocurrido años atrás con "Astral Weeks", fue entendido y absorbido por ese testigo mudo que no pasivo y desde luego determinante que es el público, lo que hizo de esta obra maestra algo más, una obra maestra que no vive escondida en discografías desperdigadas por la epidermis del planeta, sino que se muestra como una pieza magna al alcance de cualquier mano (en este caso oído), modificando usos y costumbres en miles de aficionados.
Hablar en detalle del tracklist me parece pueril, ni siquiera como ejercicio malévolo de lanzar spoilers tendría sentido, pues además de conocido y absolutamente pluscuamperfecto, es mucho mejor degustarlo y sumergirse en él, y hacerlo en solitario y sin obstáculos dictados por ningún imprudente plumilla. Pues sin duda en esos nuevos entornos espirituales y ascéticos que encontró aquél Van Morrison de 24 años al final de la bifurcación que se abría en su camino, esta la razón de ser y estar de la música en comunicación con el receptor, y eso es un asunto íntimo y personal.
1970 fue el año.
Curiosamente, yo tampoco desgrané el disco canción a canción, y es que es imposible hallar en "Moondance" algo que desentone. Qué delicadeza la de Van Morrison en este disco y qué belleza la de tus palabras al hablar de él.
ResponderEliminarAbrazos.
Es un disco que merece la pena escuchar sin intermediarios. Van Morrison en plenitud.
EliminarGracias por tus palabras Gonzalo.
Un abrazo.