El disco mantiene ese encanto gaseoso y dúctil que brota del sonido orgánico y tan personal, propio de las canciones de M. Ward.
Por Jorge García.
Hace algo más de una década un servidor tenía al norteamericano M. Ward como una de sus grandes referencias dentro del rock, el country y el folk contemporáneo. Alguno de sus discos como "Transfiguration of Vincent" o "Hold Time" se convirtieron en favoritos personales y los CDs no dejaban de girar en el equipo de casa.
Lo cierto es que no sentía el mismo apego por su proyecto paralelo junto a la actriz y cantante Zooey Deschanel, que consiguió una mayor repercusión popular bajo la nomenclatura She & Him, aunque tampoco le hacía ascos a algunas de las canciones que ofreció este exitoso proyecto. Sin embargo, no conseguía absorberme como lo hacía la carrera en solitario del californiano establecido en Portland.
En 2012 presentaba su octavo disco como solista en poco más de doce años, y la verdad es que la expectación era máxima y yo lo esperaba con ilusión, fue publicado en el mes de abril de aquél año y llevó por título "A Wasteland Companion".
El álbum no tuvo un recibimiento positivo por parte de la crítica especializada, que lo tildó de inadecuado, acusando a Ward de buscar un éxito masivo modificando su estilo característico y calando en muchas de las canciones por culpa de ritmos equivocados, sonidos más propios de su famoso dueto junto a Deschanel o de alejarse de su verdadera esencia.
Es posible que aquellas reseñas negativas modificasen mi percepción del disco, lo cierto es que sentí un cierto desencanto con lo ofrecido por "A Wasteland Companion", que pronto dejó de sonar en casa y pasó a un olvido que su siguiente trabajo, "More Rain" (que tampoco me subyugó), no ayudó a remediar.
Recientemente he decidido dar una nueva oportunidad a aquel disco que en su día, una década atrás, tanto me decepcionó. Tal vez la ausencia de expectativas, que en abril de 2012 eran altísimas, el escucharlo sin el ansia que la ilusión a veces provoca, entorpeciendo y nublando la percepción del disco en su valor y sentido real o que a estas alturas tengo una mayor consideración de mi opinión personal; el caso es que debo rectificar mi inicial veredicto y paso a considerar que "A Wasteland Companion" es una más que digna continuación de los discos que M. Ward venía publicando durante la primera década del siglo en curso.
El disco mantiene ese encanto gaseoso y dúctil que brota del sonido orgánico y tan personal, propio de las canciones de M. Ward. Se funde el rock, con sutiles reminiscencias cincuenteras, con el country y el folk, como en precedentes ocasiones, aunque aquí, de manera esporádica se cuelen ciertos aditamentos pop, aunque no encuentro en ellos ningún motivo para despreciarlos por molestos.
Este último particular se aprecia en dos temas como la inquieta "Primitive girl" y su pegadiza línea de sintetizadores, que discurre en paralelo a la voz de apoyo prestada por Susan Sanchez y el quebradizo folk-pop titulado "Me and my shadow" que cuenta con una construcción sónica más alejada de los usos habituales de Ward y con la segunda voz de Zooey Deschanel.
También la briosa interpretación de "Sweetheart", sobre el original de Daniel Johnston, con baterías poperas y de nuevo la colaboración de Deschanel, pudiera chirriar ante una visión conservadora de la música, pero hoy en día, también me parece un tema que funciona a la perfección.
Otra versión, en esta ocasión del "I get ideas" que popularizó en los cincuenta Tony Martin y que no es sino una versión de la obra maestra tanguera "Adios muchachos", que inmortalizó Carlos Gardel y compusieron Julio César Sanders y César Vedani, es un momento un tanto controvertido de "A Wasteland Companion".
En cuanto al resto del tracklist, solo puedo decir que nos hallamos ante el M. Ward de siempre, con sus canciones etéreas y volátiles, con acústicas que suenan folk y eléctricas que lo hacen en clave de rock, con esas siluetas vocales tan características de Ward y con momentos francamente sobresalientes como la inicial "Clean slate" que homenajea a Alex Chilton; la vaporosa "The first time I ran away"; la nostálgica "A Wasteland Companion"; el bucólico a la vez de retro corte country titulado "There's a key" o la bella y apacible "Crawl after you" con un piano y un violín plenos de lirismo.
Primer episodio de la nueva sección Discos Repescados. En esta ocasión ha sido para mejorar el recuerdo, y es que me he reencontrado con un disco que tal vez en su día no entendí, o me obcequé, o no le dí el tiempo que debía, o me dejé arrastrar por otros... El caso es que ahora vuelve, y esta vez para quedarse.
Es este el único disco que tengo del artista y, seguramente por no tener referencias anteriores o posteriores, me sonó y me sigue sonando bien. Curioso lo de la perspectiva temporal para apreciar lo que en su tiempo nos pareció difuso, destemplado o falto de valor, alguna ventaja debe tener a la recherche du temps perdu.
ResponderEliminarPor cierto, veo que andas con Malcolm Lowry y su "Bajo el Volcán", palabras mayores.
Abrazos,
Durante unos años lo tenía aparcado y lo consideraba un disco muy menor, gracias a esa perspectiva que dan los años y también a escuchar más y mejor música que como lo hicimos durante unos años, te aseguro que no tiene nada que envidiar a otros trabajos precedentes dotados de mejor prensa.
EliminarUn abrazo.