Daddy Long Legs - "Street Sermons" (2023)

Crítica: Daddy Long Legs - "Street Sermons" (2023)

El pastoreo de Daddy Long Legs se desarrolla en el entorno de la armonía vocal más cincuentera, con el pub-rock, el Rockabilly y el Rhythm & Blues...

Por Jorge García.


Hace escasas fechas llegaba desde New York el cuarto larga duración de la formación Daddy Long Legs titulado genéricamente "Street Sermons".

Tengo la sensación de, no sé qué pensarán ustedes, que de ser los sermones oficiados por los sacerdotes, párrocos o pastores como los que, con vocación callejera oficia esta gente, tal vez las iglesias lucirían mejores galas en sus oficios, al tiempo de llegar de manera más clara y desde luego, divertida, a muchos más parroquianos y parroquianas.

Ninguna de las doce homilías incluidas en "Street Sermons" alcanza los cuatro minutos de duración, lo que nos puede dar una idea clara de la urgencia e ímpetu que derrochan estos predicadores a la hora de transmitir el contenido de su credo, haciendo que el mensaje sea captado por los fieles de manera instantánea y que de igual modo, éstos lo reciban plenos de júbilo, alegría y frenesí. 

Los cantos gregorianos, los órganos de tenebroso decir, las manidas oraciones con niños desafinando con las guitarras españolas desde el presbiterio y la caterva de jubilados y jubiladas entonando rezos con apasionada fe desde el púlpito, se ven aquí sustituidos por las guitarras, los contrabajos, las percusiones indómitas y desbocadas, las armónicas incendiarias y las proclamas que miran hacia una espiritualidad diferente, con horizontes menos elevados pero más realistas, mundanos y por supuesto rítmicos. 

Los evangelios y sus evangelistas pierden pie ante otros cronistas de lo divino, así Mateo, Lucas, Marco o Pablo ceden su protagonismo ante Elvis, Wilko Johnson, Keith Richards, John Lee Hooker o Brian Setzer por citar alguna evidente y santificada referencia.

Pero vamos al grano: El pastoreo de Daddy Long Legs se desarrolla en el entorno de la armonía vocal más cincuentera, con el pub-rock, el Rockabilly y el Rhythm & Blues insuflando su beatífico influjo y con los ecos del pasado oficiando como parábolas de actitud y vida recta. Siempre en busca de las luces de neón, las torres de los Marshalls y las barras de los bares como hipotético paraíso de salvación, allá donde la eternidad nos esperará al ritmo del espíritu indomable de los santos Little Richard, Chuck Berry y Bo Diddley.

La liturgia sigue una hoja de ruta perfectamente delimitada en la docena de paradas que se hacen en esta singular procesión rock. Cumplidamente representada por los adelantos que supusieron los sones corales y urbanos de la apertura - piedra angular de este culto - de título homónimo, así como los cincuenteros movimientos de caderas de la encrespada y encendida "Nightmare" donde la armónica crepita como las llamas del infierno, sin olvidar el paseo por la zona oscura de la fe con la copla de esencia fronteriza, viscosa e insinuante de "Silver Satin".

Aunque otros momentos como la furiosa "Been a fool once" que puede despertar a todos los demonios; la sensible plegaria acústica ensalzada en sutiles armonías vocales "Star" o la profética de iracundo rugido armónico y vocal "You'll die too" también pueden agrupar en torno a esta pira rock-country-punk a todo un regimiento de fieles y devotos.

Ecos de sudoroso blues que abren el abanico estilístico con "Two dollar holler", "Rockin' my boogie" o en un tono más pantanoso con "Stop what you're doin'". Encuentros instrumentales con la sempiterna y castigadora armónica que está presente en todo el libro de rezos como "Harmonica Razor", junto al country-rock-fiestero de "Ding-Ding man" que parece escapar del vagón de un bohemio tren en fuga o la nuevaorleanesca, que cierra la ceremonia con el célebre pero no celebrado en esta ocasión 'podéis ir en Paz', "Electro-Motive Blues" que completa la penitencia más dulce, enraizada y feliz que cualquier creyente de las corcheas y el tupé pueda desear cumplir y con la cual ser castigado.

No somos amigos de los sermones, pero como no hay regla sin excepción, hoy vamos a acercarnos a las sombrías fronteras que delimitan el camino divino hacia la santidad de la excitante y provocativa senda del pecado, allí donde los ecos del pasado se funden con las soflamas callejeras, es donde mejor se pueden disfrutar los sermones urbanos y del nuevo milenio que proponen los chicos de Daddy Long Legs.

Se recomienda visitar la reseña que sobre este álbum publicó Juanjo Mestre en el Exile SH Magazine.

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