…son comedidas alusiones estilísticas a referentes como Bob Dylan, Tom Petty, Dire Straits, Big Star, Cracker o Elvis Costello las que se inmiscuyen en la fibra de las composiciones…
Por Jorge García.
Se cierra el círculo, se cumple con el destino y el equilibrio hace honor a su reputación otorgando seguridad, solidez y geometría a un conjunto formado, en esta ocasión, por tres conceptos individuales, más concretamente, tres discos.
Carlos Oliver, nombre y artista que se atrinchera tras el apelativo de Paul Zinnard ha anunciado que con "Chameleons", título de su último álbum, cierra la trilogía comenzada hace apenas dos años.
Los dos primeros vértices de este triángulo ya fueron inspeccionados en nuestras páginas en su momento: En el año 2021, "Trance" dio brillante comienzo a esta aventura que un año después continuó con "Formula H". En este 2023 llega "Chameleons", con el que finaliza la órbita recorrida por este planeta sonoro que nos ha regalado el autor mallorquín en forma de trilogía musical.
Los acentos y referentes que se observaban en las dos primeras entregas son los que hacen acto de aparición también aquí, cosa que lejos de ser una crítica es una puntualización a propósito de algo que en realidad hace hincapié en el concepto de coherencia que debe prevalecer en una obra única entregada en tres partes complementarias dentro de sus inherentes diferencias, como es el caso.
La facultad de coherencia se hace extensiva, lógicamente, a la banda, que repite en sus atribuciones con Patricia DeVelasco en las guitarras, Willie B. Planas en el órgano y piano y Cristian Chiloé a las baterías. Si algo funciona, lo mejor es no tocarlo, por lo cual, lo justo es recordar que en pretéritas ocasiones estos tres músicos que acompañaron a la cálida y sugerente voz de Zinnard fueron parte indispensable del resultado final, este extremo queda certificado por la redondez y suntuosidad del sonido conseguido, donde lo adecuado, plácido y acogedor ganaba la partida a cualquier otra consideración sónica seguramente no pertinente.
Nuevamente son comedidas alusiones estilísticas a referentes como Bob Dylan, Tom Petty, Dire Straits, Big Star, Cracker o Elvis Costello las que se inmiscuyen en la fibra de las composiciones, que como ocurría en los casos precedentes se muestran inspiradas y precisas, dando un empaque subjetivo, que aunque evidente no deja al autor sin fijar su huella de forma clara en cada una de ellas.
Las guitarras, acariciadas y mimadas, acompañan a la voz, y la percusión junto al bajo empujan con dulce suavidad a un piano que se convierte, en muchas ocasiones, en la auténtica espina dorsal del tema. Es por ello que en esta tercera cara del triángulo, las canciones vuelven a triunfar y brillar con luz propia.
Un ejemplo que demuestra de manera clara lo que digo lo encontramos en "I was the king", el tema con el que fue presentado el disco y en el que se agrupan las cualidades propias y definitorias de este trienio disquero.
Aunque no es ésta la única garantía de marca respecto de "Chameleons", otros momentos como la estupenda y Dylaniana "Freedom is fine" con espectacular prestación del piano, o el excelente comienzo con la pieza "So fine" en la órbita del sonido americana de mis favoritos Cracker hacen importante a este álbum. Por otra parte, "Give my life" suena a confesión y a concesión y "Straighter Road" a sur, a carretera polvorienta y a Drive-By Truckers.
También la encantadora "I used to have my way" o la ronca y reptante "Everybody passed me by" recogen sentimientos y pasión para hacerlos girar en torbellinos musicales, dando más enjundia a un disco que junto al resto de coplas completa una magnífica secuencia de temas con que cerrar de manera tan brillante y emotiva, como abierta fue dos años atrás esta hermosa y vivificante trilogía donde el rock, el pop y el folk se expanden en bucólica sintonía, llegando al oyente sin trabas y de manera emocionante.
Reseña publicada el pasado 12 de mayo en el Exile SH Magazine.
Comentarios
Publicar un comentario