The Only Ones - "The Only Ones" (1978)

Crítica: The Only Ones - "The Only Ones" (1978)


...un lote de canciones de poética atmósfera underground, con un oscuro pero acariciador efecto romántico...
Por Jorge García.


En 1978 la iracunda pira del punk - que un año antes incendiaba las calles de las ciudades y las conciencias de los jóvenes - empezaba a dejar ver en su foco de ignición los primeros rescoldos que insinuaban lo breve que iban a ser sus ardores futuros.

Pero era también en aquél año del señor cuando la cola del cometa del punk barría y rasgaba el firmamento del rock despidiendo chispas y fragmentos a su paso. Restos de un meteorito que atravesó ese cielo de forma feroz, pero también fugaz, dejando tras de sí bocas abiertas por el asombro y el escándalo, además de una 'conveniente' influencia que iluminó a todo aquél que practicase cualquier sonido no circunscrito a algún estilo ya enraizado o cuya naturaleza no estuviese perfectamente delimitada por el paso de las décadas.

De esta manera la nomenclatura punk empezó a ser aplicada por doquier, sin ceñirse de manera estricta a los indicativos estilísticos, ideológicos o musicales que provocaron su deflagración meses atrás. Todo el mundo parecía practicar punk (o en su defecto se usaba la etiqueta anexa, construida por la industria y denominada post-punk) desde The Police hasta Television, por poner dos ejemplos conocidos, pero que también incluía a otras referencias como el grupo del que hoy nos vamos a ocupar: los británicos The Only Ones.

En este maremágnum de nihilismos y siluetas revestidas de cuero y tachuelas; en esta argamasa de soflamas políticas y canciones obscenas, en este flamígero epicentro de un terremoto que se desinflaba aparecía el disco de debut y de título homónimo de Peter Perret (guitarra, voz), John Perry (guitarra), Alan Mair (bajo) y Mike Kellie (batería), es decir: el mítico primer álbum de The Only Ones.

Personalmente encuentro, con la perspectiva de los años, problemático hablar de punk refiriéndome a lo que se escapa de los surcos de "The Only Ones": Un lote de canciones de poética atmósfera underground, con un oscuro pero acariciador efecto romántico, donde se evidencia un rock velvetiano y una letanía glam que invita a liturgias victorianas que poco parecen tener que ver con los contestatarios argumentos de lo que un año antes se llamó punk.

En cualquier caso, veo más a The Only Ones como un nexo hacia el futuro con los Jacobites en el horizonte, que recogiendo el testigo de los primeros The Clash. Sea como fuere, aquél debut significó un portento de seducción sónica embadurnada de glamour y elegancia barroca, retórica renacentista y música rock que evoca a miradas borrosas por el colocón y a amores nocturnos y agonizantes.

Canciones pigmentadas en tonos negro y escarlata, sentimentales y absortas en vicisitudes vitales, con las adicciones como telón de fondo y la lírica del rock y la noche como esencia orgánica de su inspiración. Canciones como "Breaking Down" y su dolorido y bilioso estribillo; "The Beast" y esa luz lejana y escondida que atesora su recitado; el rock que abre la puerta al punk pero no le deja pasar de "City of Fun" o un tema de glorioso magnetismo que anuncia la llegada inminente de la New Wave que se titula "Another Girl, Another Planet" y que es imposible que no te atrape.


Cuando el punk atesoraba todos los méritos, nacían nuevos sonidos que prendían de su solapa el suburbial término sin rendirle pleitesía ni lealtad. The Only Ones se presentaron en sociedad en medio de esa naturaleza muerta que terminó siendo el desolado paisaje que dejaron los Pistols tras su paso cual Atila por la pradera. Llegaron, y a caballo de etiquetas que les intentaban clasificar, dejaron un disco que con los años les define y los postula como pioneros de lo que vendría después, como un grupo más de malditos que gozan del poco oneroso privilegio de lo selecto, de lo exclusivo.

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