...cuece a fuego lento una decena de canciones, hervidas en el caldo reducido de los años y experiencias de alguien que ha recorrido miles de millas...
Por Jorge García.
Comentaba hace unos meses Javier Andreu, a propósito de la publicación de su nuevo disco en solitario titulado "El Hombre que salía demasiado", que el álbum empezó a ser maquinado en su cabeza a raíz de la muerte de sus padres y que por ello está, en buena parte, inspirado en ellos.
Para lograr su objetivo ha empeñado años, sentimiento, retazos de su ser y recuerdos, ingredientes necesarios para gestar las diez canciones que jalonan un disco inspirado, ecléctico y sumamente personal.
Se enrola en el sello Family Spree Recordings, quienes ya habían dado cobijo en los últimos tiempos a las más recientes intentonas discográficas de otros no menos míticos autores patrios como Javier Teixidor y su J. Teixi Band o Micky y sus Colosos del Ritmo, aunque también a otras formaciones menos añadas como los sevillanos Los Fusiles.
Tira de referentes y señas de identidad, lógicamente extraídas de su incontestable pasado como compositor, y cuece a fuego lento una decena de canciones, cocinadas en el caldo reducido del hervor de los años y experiencias de alguien que ha recorrido miles de millas para firmar un capítulo clave del rock español con La Frontera y que ahora recompone su ser y se enfrenta al futuro con la sencilla pasión por la música como clave creacional. Y lo hace ahora, cuando ya no es necesario que la adrenalina revolotee cada noche y puede fijar la mirada durante varios segundos en un punto concreto, cuando se es, nada más y nada menos, que un "Hombre que salía demasiado".
Es por ello comprensible que en el setlist manden los tiempos lentos y medios, las acústicas y los textos reposados y reflexivos, con una carga justa y comedida de nostalgia y melancolía además de una muy apreciada huida de lo trascendente y envarado.
Lo cierto es que el disco da comienzo con un rock Stoniano/Burningniano titulado (curiosamente) "Edipo del Rock and Roll", aunque esta vibrante sensación de frenesí sonoro termina aquí. Desde el segundo tema, una bonita pieza acústica de corte Dylaniano titulada "A quemarropa", mandan otros palos estilísticos menos fibrosos que son los que articulan el grueso del álbum: folk, vodevil, country, western, pop… Influencias que encuentran una identidad y personalidad concreta en la voz de Javier Andreu, que mantiene el timbre lírico y viril de siempre en las notas medias y bajas, si bien en las altas se quiebra y estira un poco.
Las acústicas toman el mando y se hacen acompañar de slides y steels guitars, armónicas y coros, unas veces tabernarios y otras bucólicos y crepusculares, un ejemplo de este equilibrado menú instrumental, lo podemos encontrar en el estupendo medio tiempo "Beatriz", que canta junto a Manuel España (La Guardia).
El folk se bifurca en tonos irlandeses, con ambiente de camaradería y tasca en "Bebiendo sin sed" o en texturas crepusculares y western en "Redención", con aullar de steels y la voz de Andreu bordeando el desván del infierno, mi tema favorito del disco.
El ineludible alegato cinematográfico (al que también hace referencia el título del elepé) se hace fuerte en "Solo se vive esta vez", un tema que cuenta también con una inequívoca esencia cabaretera en la onda del Tom Waits ochentero, al igual que ocurre con el tema homónimo que cierra el disco.
El resto del set lo componen cortes que diluyen en el mismo formato el folk y el pop, nos referimos más concretamente a las bonitas "Estrella de mar", "La cueva del lobo azul" y "Piel de estrellas", que redondean un disco plácido y maduro que se disfruta y paladea mejor en soledad y que produce una agradable sensación de calma y prestancia ante un futuro que debe llegar sin renegar del pasado, pero con paso firme.
Reseña publicada el pasado 2 de octubre en el Exile SH Magazine.
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