Los primeros nombres que se han anunciado desde la organización del Azkena Rock Festival de cara a la próxima edición para el año 2025, ya han propiciado los acostumbrados comentarios, y el fuego cruzado de opiniones entre la parroquia afín y la no tan afín al festival gasteiztarra, ya ha empezado.
Amén de la, hace tiempo consagrada, como normal y necesaria apelación a la nostalgia, elemento y sustancia inherente al actual Circo del Rock and Roll en este siglo XXI - nostalgia que se mide en ilusiones y dólares, todo hay que decirlo - en el cartel se aprecia poco interés por las bandas de nuevo cuño, y eso sigue siendo una cuenta pendiente en las últimas ediciones del ARF, cada vez más conservador en cuanto a nombres y menos dispuesto a correr ningún tipo de riesgo.
Lucinda Williams, The Hellacopters o Turbonegro son repetidores, tripitidores e incluso cuatripitidores en el festival, aspecto que más de uno ya está criticando. Por otro lado, el retorno de bandas cuya gloria quedó atrás, para girar rememorando viejos tiempos o utilizando la efeméride de algún disco concreto como excusa para el business, es otro filón que viene de perlas a un festival como el vitoriano.
Y este último escenario es el que más controversia está creando entre la parroquia. Yo entiendo este conflicto entre aficionados, si bien, creo que hay diferentes supuestos que no deberían mezclarse, me explico: Es evidente que bandas que se han anunciado en esta primera hornada como Buzzcocks, Dead Kennedys, The Chesterfields Kings o PIL pueden tener como principal tirón la nostalgia, a pesar de que alguna de ellas tenga discos en el mercado publicados recientemente.
La ausencia de algunos nombres incontestables es el principal motivo de polémica, pues es complicado entender alguna banda sin tal o cual miembro legendario y crucial. Pero mientras en el caso de Buzzcocks, donde su legendario guitarrista y vocalista Pete Shelley nos dejó hace varios años y nada se puede hacer al respecto, además el grupo ha seguido grabando de manera esporádica. En cambio, en el caso de Dead Kennedys, su líder, el emblemático Jello Biafra, simplemente no está con el grupo por los motivos que sean, y esto está claro que deja coja a la formación, que además no graba material nuevo desde hace décadas, por lo cual pierde mucho interés su presencia (en opinión de muchos) en el festival.
Otro caso aún más polémico es el de The Chesterfield Kings, que, aunque con nuevo disco en la calle desde hace unos meses, la mítica firma británica cuenta con un line-up sin ningún miembro fundador, tampoco están presentes en esta reunión alguno de los nombres que han hecho historia en la banda aunque no la fundarán en 1978. El conflicto se vio aún más agravado con la carta que redactó e hizo pública el histórico Greg Prevost en las fechas de la publicación del disco, donde tachaba a estos Chesterfield Kings como una estafa y en la cual niega tajantemente que esta plantilla sea o tenga algo que ver con los auténticos The Chesterfield Kings, el lío está montado.
El caso de PIL es menos controvertido, si bien muchos piensan que Rotten poco tiene que aportar hoy por hoy al mundo del punk-rock, al menos poco que pueda ser tildado como digno. Los casos de The Hellacopters, Turbonegro, Manic Street Preachers o Diamond Dogs entiende este escriba que no tienen demasiado que ver con los precedentes, pues pese a suponer para la banda unos buenos negocios, los respectivos line-up cuentan con miembros de siempre de cada grupo, si bien sus mejores años ya han pasado (excepto en el caso de los suecos, que siguen en plena actividad).
Y este es el pan nuestro de cada año cuando se empiezan a escribir nombres en los carteles de los festivales veraniegos, las mismas polémicas y las mismas opiniones. El rock and Roll, su circo y sus dineros... y luego estamos nosotros, los festivaleros y los que no quieren ni oír hablar de festis. Todo vale con tal de que las guitarras vuelvan a tronar...
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